En los tiempos de la conquista, aprovechando el transporte hacia las colonias de las descubiertas Indias de recursos y esclavos desde la antigua África, fue traído, producto del arrebatamiento de sus padres el Lince Tomás, un pequeño de escasos dos meses de edad. Ante esta situación y producto del profundo miedo de perder perpetuamente a su hijo, su padre Jean decidió emprender un viaje hacia la espesa selva americana. Jean, luego de un tortuoso viaje en barco llegó a tierras americanas, vislumbrando la selva más enorme que sus ojos hubiesen podido ver hasta ese momento.
Sin embargo, la expedición en busca de su hijo por las nuevas tierras no dejó de ser una tortura. A su temor por no volver a ver a su pequeño hijo, se le sumaba el hecho de observar un extraño contexto que su experiencia no comprendía: los esclavos eran dominados por una especie de micos ladrones, vestidos de joyas, vestimentas de metal y extrañas armas penetrantes de fuego y punta de flecha. Dicho paisaje que causando profunda impresión y significativa lástima en el lince, a su meta primaria de padre héroe se le agregaba ahora el deseo de ayudar a los sometidos esclavos que con sus ojos veía sufrir. A partir de ese momento se le ocurrió al preocupado lince una idea sorprendente que podría darle solución a ambos objetivos y poder retornar a su vida alegre en las tierras africanas. Aprovechando la liberación de los esclavos y el conocimiento de los mismos en relación al dominio de las técnicas de la caza podía defenderse en la espesa selva sin preocupación alguna y así recuperar a su hijo.
Sin embargo, dicha idea no podría ser llevada a cabo, debido a que en la fortaleza donde estaban recluidos los esclavos se encontraba custodiada por un gigante elefante policía de contextura blindada que de sus trompas desprendía fuertes misiles y cuyas extremidades se encontraba forradas por orugas de tracción, que impedían la realización del plan del lince de conseguir su felicidad. No obstante, justo en ese momento, sucedió lo inexplicable y lo irracionalmente comprensible. Cuando todo parecía perdido, aparecieron los placeres de la selva a quienes el pesado elefante y los micos ladrones no podían evadir; eran las gatas alegres, conocidas coloquialmente como las vagabundas, y quienes eran las responsables de la mayoría de las desdichas de los animales de la selva. Su paso por la fortaleza, causó tanta conmoción que el elefante distrajo su atención sobre las conocidas felinas, desatención que fue aprovechada por el lince y los esclavos para huir.
En el camino, habiendo aprendido los conocimientos de los esclavos, el lince Joan se encontró con un cuervo, que habiéndole escuchado la intrépida historia al lince, criticó al desdichado padre, aconsejándole abortar su plan de rescate y recomendándole regresar a su tierra, evadiendo todo recuerdo que tuviese de su hijo. Ante semejante amargura y desdicha que embargaba su alma, el lince dando paso atrás sobre su marcha, se tropezó de repente con un pingüino que aparentaba bajar de los cielos, un extraño animal sacerdote que habiendo mencionado su nombre, obligó al lince a retornar su camino de ida, recomendando olvidar lo dicho por el viejo cuervo y confiriéndole esperanzas sobre su reencuentro con su amado hijo.
Pasado mucho, pero mucho tiempo, desconociendo incluso el objetivo que lo había traído a América, el viejo lince veía como la selva era transformada en pueblos, los pueblos en ciudades y las ciudades en metrópolis, encontrándose en una situación que pronto lo llevaría al desapego de su vida. Cierto día, deambulando por la ciudad donde se encontraba, observaba como los hombres se multiplicaban por millones y gozaban de libertades, los esclavos ya no lo eran y la modernidad de los tiempos invadía las nuevas eras; de repente, vio como su vida pasaba en un segundo, seguido de un estruendoso ruido que tras un choque con un rojo guepardo de cuatro redondas y negras patas lo dejaría inconsciente. El lince, socorrido por los hombres lo llevaron de urgencias a un extraño lugar de intensas luces donde un reconocido doctor de la ciudad. En dicho lugar encontraría una antiquísima estatua momificada de un pequeño lince, en cuya base estaba escrita una descripción de su especie y su origen, la cual describía al animal como "un lince de tres meses de edad, de origen africano, traído a América hacia 1502". Su parecido con su hijo lo llenó de profunda alegría que, a pesar de comprender lo que sucedía y de no haber encontrado vivo a su amado hijo, fue capaz de resistir hasta el fin de los tiempos y finalmente reencontrarse con su felicidad.
Ese momento fue seguido por una extraña inconsciencia y por la llegada espontánea a un nuevo mundo que lo esperaba y en donde finalmente encontraría la felicidad perpetua que su búsqueda continua había anhelado y que finalmente le había sido concedida.
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